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AVALANCHA

Mi investigación cobra un sentido mucho más profundo debido a la contingencia global del Coronavirus, ya que quedaron expuestas todas las falencias socioeconómicas y políticas del sistema. Inevitablemente mi búsqueda nos recuerda las inmensas tensiones que existen entre las poblaciones vulnerables del país y el abandono del estado; y sobre todo cómo la educación en estos casos se fragmenta a tal punto de quedar relegada en un segundo plano.

Quisiera repensar el encuentro con los niños desde la imposibilidad de la comunicación presencial y el encuentro sincrónico con ellos. Muchos de ellos no tienen acceso a la virtualidad pues no poseen celulares ‘inteligentes’ ni planes de datos, y mucho menos computadores. La barrera tecnológica es simplemente otra manifestación de la desigualdad tan gigante que existe entre estas familias comparada con el resto de la población de Bogotá.

Sin embargo, esto nos obliga a retomar la idea del desaprender, de darnos la oportunidad de plantear nuevos caminos y metodologías para la enseñanza. En un principio llegué a pensar en crear un sistema de correspondencia entre los niños, pensé en inventarme una red de radio personalizada desde la cual todos pudieran acceder a clase sin necesidad de depender de la infraestructura tecnológica de una sociedad que es excluyente en todo sentido, pensé en crear mecanismos de comunicación no verbal.

¿Cómo repensarse las posibilidades del encuentro y la enseñanza?

A pesar de haber considerado todas estas posibilidades, el colegio tomó sus propias decisiones en cuanto al mecanismo de comunicación que se iba a estandarizar para retomar las clases. Se migró a una modalidad de educación completamente virtual, sin embargo no sólo los profesores no estaban preparados ni tenían la infraestructura necesaria en casa para poder llevar a cabo este cambio tan drástico, sino que además los padres de familia tampoco tenían las condiciones ni la disponibilidad de tiempo para poder apoyar a sus hijos en sus horarios de clase tradicional, pues a muchos de ellos les tocaba salir a trabajar y sólo cuando regresaban del trabajo en la noche podían acompañar a sus hijos a hacer las tareas y ver cuáles fueron las actividades que se hicieron durante el día.

El mes que se decretó cuarentena obligatoria fue el momento mas duro para todos, el panorama a futuro era muy inciert, la supervivencia se volvió la prioridad número uno para todos.

Sin embargo, los meses pasaron y la conmoción fue amainando, me contacté con la profesora Rosaura de nuevo en Agosto para reanudar mis clases de Artes con ellos desde la virtualidad.

La estrategia que se usó para impartir las clases se dió a través de la aplicación de mensajería de WhatsApp.

La metodologia para hacer clase consistía en enviar mensajes de voz a una hora específica dentro del grupo designado para el curso 201, en este grupo se encontraban los padres de familia y hermanos de los niños y niñas. Las clases se daban a través de conversaciones de audio, en donde cada niño enviaba un audio con su voz participando a lo que la profesora comentaba. Se trataba de una dinámica de diálogo y de escucha, en donde a pesar de no poder verse, la comunicación era muy efectiva, pues en cuestión de minutos, habian avalanchas de mensajes que llegaban por la participacion de varios niños a la vez.

Yo continué usando esa metodología pues me resultó fascinante poder escuchar a cada niño por separado a través de notitas de voz, se trataba de una experiencia de clase surreal, pero a la vez muy bella y retadora en medio de las circunstancias.

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El proyecto buscaba de igual manera retratar y visibilizar las dificultades que experimentaron estos niños en cuanto a su educación. Hubieron momentos difíciles durante el proceso ya que muchos de los niños no tenían internet por lo que no podían asistir a las clases, de 25 niños en total, únicamente unos 4-6 niños aparecían diariamente para recibir clase virtualmente, lo cual representa apenas un 20% del total original. No obstante, y a pesar de todo lo anterior, los niños pudieron continuar recibiendo clases gracias al inmenso compromiso de sus padres y ellos por aprender desde casa y desde la virtualidad. 

 

Por mi parte, me cuestionaba cómo continuar de manera coherente con el propósito inicial de crear una animación con ellos. Había que proponerles maneras divertidas de imaginar mundos fantásticos, criaturas imaginarias y escenarios nunca antes vistos. Su maravillosa capacidad de fantasear en medio de todas las circunstancias resultaba la clave para navegar la realidad desde la ficción y viceversa.

"la capacidad de fanteasear es la capacidad de sobrevivir"- TERESA MÉNDEZ-FAITH

Literatura Infanto-Juvenil Paraguaya de Ayer y de Hoy

Así fue como cada semana, todos los lunes a las 12:30 P.M. les empecé a dar clases sobre el cine y las imágenes en movimiento. A través de diferentes ejercicios de improvisación desde el dibujo y participación en clase, se crearon los dibujos que se convertirían en los protagonistas de la animación final.

 

Me interesaba poder explicarles la razón y el porqué de lo que estábamos haciendo, quería enseñarles los principios de la fotografía, el cine, la proyección y las imágenes animadas, de manera que cuando ellos llegaran a ver la animación proyectada sobre su colegio, pudieran entender más claramente cómo la fantasía, el juego, la imaginación, el dibujo, la ficción, la luz y la ciencia pueden estar todos entrelazados en un universo fantástico que se materializa cuando sus dibujos cobran vida.

 

Estudiamos la cámara oscura, la linterna mágica, el taumatropo y zoótropo, el cine animado, los dibujos animados, entre otros. De alguna manera quería enseñarles que, a pesar de las circunstancias tan difíciles de estar aprendiendo desde casa en medio de una pandemia, el origen y los principios de la creación estaban a su alcance, ya que desde el dibujo se derivan infinidad de caminos para la creación de imágenes. No era necesario tener una cámara digital para tomar fotos, o tener una cámara de cine para producir imágenes como las que vemos en cine, o tener equipos digitales para observar la proyección de un dibujo o una imagen. Mi intención era dotarlos de herramientas cada semana para resistir desde lo análogo ante una era que depende completamente de lo digital, volver a los orígenes de todo, ese debía ser el camino.

Finalmente y de acuerdo con la idea de volver al origen, decidí visitar nuevamente el colegio para registrarlo fotográficamente y compartirlo con ellos. Se dieron cuenta que el colegio estaba desolado, su ausencia era evidente y pesaba en el ambiente, extrañaban jugar, compartir, estar con sus amigos y ser niños de nuevo dentro de su colegio, querían regresar.

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A continuación los invito a recorrer mi travesía mes a mes con los niños desde la Bitácora de progreso, en donde les muestro, y les cuento detalladamente cómo fue la interacción específica que tuve con ellos, y qué aprendímos todo durante cada clase.

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